La impotencia y la eyaculación precoz son dos de las
disfunciones sexuales que más afectan a los hombres. Pocos son los que se
atreven a hablar abiertamente de dichos problemas, pues sobre ellos sigue
pesando el estigma de la pérdida de virilidad. El temor al ridículo y la
vergüenza hacen que muchos de los que las sufren se aíslen y, en lugar de
buscar ayuda profesional y farmacológica, se encierren en sí mismos y entren en
una espiral autodestructiva marcada por la depresión y el estrés. El impotente
suele sentirse solo en su lucha. Sin embargo, olvidamos a menudo que la mujer
que comparte lecho con él sufre igualmente las consecuencias de la falta de
erección. Y es que la disfunción eréctil
es cosa de dos.
La impotencia a ojos
de la mujer
A pesar de que sea el hombre quien presente la incapacidad
para alcanzar una erección, la mujer puede considerarse también como la gran
víctima olvidada en este contexto. Y es que ella ve frustrada una fuente
esencial de placer como es el coito vaginal. Además, todavía persiste la falsa
creencia de que si él no es capaz de llevar a cabo la penetración de forma
satisfactoria es porque no existe deseo por su parte. Por eso, son muchas las
que se sienten frustradas y heridas al ver cómo su pareja no consigue mantener su pene erecto. Es entonces cuando comienza un conflicto a veces no declarado
entre el hombre y la mujer. Él sufre por no poder mantener relaciones sexuales
satisfactorias y ella, por los prejuicios que asocia a dicho problema, así como
por el empeoramiento de su vida sexual. De la tolerancia y la comprensión
inicial suele evolucionarse a reproches más o menos frecuentes, pudiendo
desembocar en la ruptura de la pareja.
Ayudarle a superar la
impotencia
Por eso, son muchos los urólogos y terapeutas sexuales que
reclaman una mayor implicación de la mujer en el tratamiento de la disfunción
eréctil. Al igual que para la detección y cura de otros problemas relacionados
con la sexualidad masculina (tales como la eyaculación precoz o incluso el cáncer de próstata), la atención a los primeros síntomas de impotencia y la
comunicación fluida puede ser muy positiva. Sobre todo en aquellos casos en los
que la disfunción eréctil tiene un origen psicológico, es muy importante que el
hombre se sienta comprendido y arropado por su pareja. Cambiar las rutinas
sexuales puede suponer un estímulo y un revulsivo, así como analizar
conjuntamente los motivos del malestar del hombre. Incluso se recomienda acudir
a terapia sexual de pareja para superar la impotencia. Y si ello se revela
inútil, siempre se puede optar –siempre de mutuo acuerdo- por un tratamiento
farmacológico. A veces las medicinas como Viagra, Cialis o Levitra son la mejor
solución para lograr que las aguas vuelvan a su cauce en el seno de la pareja.
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